"Los “Cursillos de novios” de la Parroquia del Huerto son para mí uno de los buenos recuerdos que llenan de sentido mi vida y me reconcilian con mi existencia.
No recuerdo la fecha en que comencé a colaborar con ellos ni las circunstancias que me llevaron a hacerlo. Lo que sí sé, es que me abrió un amplio camino para algo a lo que me sentía, desde mi adolescencia, inclinado a nivel vocacional: ayudar a la gente, sobre todo joven, mediante la educación y la divulgación de temas antropológicos, con la idea de conseguir generaciones más humanas y humanistas.
En este contexto, el tema de la pareja y el de la sexualidad eran para mí un aspecto de la vida al que había dedicado mucho estudio, mucho tiempo y mucha actividad docente. Todo ello con el refrendo de mi compromiso cristiano esencial igualmente para mí.
Recuerdo con enorme cariño la sacristía de la Parroquia del Huerto y sus anexos. ¡Cuántas conversaciones y cuantas personas acuden en mi mente en su recuerdo!
Personalmente, tengo la satisfacción, y creo que no me equivoco, de que tratamos a los asistentes a los cursillos con mucho respeto y un fuerte compromiso, con una visión antropológica abierta y sensata. Todavía me encuentro con gente que asistió a los mismos y los recuerdan en este sentido y con cariño.
Estoy convencido de que Dios se sirvió de nosotros para “tocar a alguno de nuestros asistentes”. Es algo que me satisface mucho. No olvidemos que yo también fui asistente de uno de los cursillos, junto con María, y vimos la realidad desde esa otra orilla.
Para mí, el Huerto es una de mis parroquias a las que me siento afectivamente muy ligado. Un espacio, y sobre todo una comunidad, en la que me resulta fácil sentirme “re-bautizado” y en la que tampoco me importaría ser despedido hacia el encuentro definitivo con el único Bueno Padre-Madre que a todos nos espera.
Pamplona, Marzo 2020.
Vicente Madoz"